La siguiente generación de las aplicaciones CarPlay y Android Auto, de la industria automotriz, demandará un mayor control y acceso a los sistemas más sensibles de los vehículos, incluyendo aspectos clave de la conducción y la seguridad.
Hasta ahora, la presencia de las tecnologías de Apple y Google en los autos ha sido mínima, pero la nueva generación podría significar la pérdida de control y relevancia de los fabricantes de automóviles en el mercado.
¿Debería la industria automotriz permitir que Apple y Google controlen lo que sucede en sus vehículos?
Un análisis realizado por el periodista Javier Lacort en Xataca, puso en evidencia recientemente el nuevo dilema al que se enfrentan los grandes fabricantes automotrices respecto de las exigencias que Apple y Google han presentado para su nueva versión de sistemas de integración con los Smartphones.
Esta tecnología, si bien promete un cambio radical en la gestión de los sistemas de los automóviles, promoviendo la autonomía y el confort, también constituye un riesgo sin precedentes para esta industria.
Antecedentes
En 2016 Apple Pay hizo su entrada en España de la mano del banco Santander, el cual se benefició de un año de exclusividad en un mercado tan prometedor como el de los primeros adoptantes de Apple.
Mientras tanto, otras entidades financieras consideraron las condiciones impuestas por Apple como “inaceptables” y algunas, como ING, insistieron en su propia plataforma, Twyp.
No pasó mucho tiempo antes de que toda la banca española integrara Apple Pay, y las propuestas alternativas, como Twyp, desaparecieron.
Este escenario recuerda lo que ocurrió con las compañías telefónicas españolas durante los primeros años del iPhone, ya que estaban acostumbradas a tener un control que Apple les negaba por completo.
La elección era sencilla: aceptar las condiciones o arriesgarse a perder el mercado
La industria automotriz, con sus particularidades, se enfrenta ahora a la misma disyuntiva.
¿Hasta qué punto les interesa permitir que Apple y Google controlen lo que sucede en sus automóviles?
Integrarse o correr el riesgo de no hacerlo es el dilema que deberán afrontar.
Hasta ahora, Apple y Google, líderes de la industria móvil, han tenido una presencia discreta en nuestros automóviles.
CarPlay y Android Auto son poco más que una capa vinculada a nuestro teléfono en la pantalla de información y entretenimiento. Son atajos bien diseñados para hacer llamadas, reproducir música, escuchar podcasts o utilizar la navegación de Google Maps o Waze.
La próxima fase supondrá una integración mucho más profunda.
El nuevo CarPlay anunciado por Apple en 2022 es un ejemplo perfecto: una plataforma diseñada para abarcar cualquier pantalla del automóvil, no solo la de información y entretenimiento, y reemplazar cualquier control nativo que ofrezca el vehículo.
El velocímetro, el cuentavueltas, el indicador de combustible o la autonomía restante, así como la climatización, serán personalizables.
Android Automotive es una evolución de Android Auto que ofrece mucho más que entretenimiento. Fue anunciado en 2017, pero su implementación fue lenta hasta que comenzó a estar disponible en algunos vehículos a partir de 2021. En la práctica, estas plataformas sustituyen completamente cualquier software visible del automóvil, lo que puede ser perjudicial para el fabricante.
Apple anunció con entusiasmo su nueva plataforma CarPlay, que estará disponible en modelos específicos a partir de finales de 2023 y cuenta con la colaboración de 14 fabricantes de automóviles. Sin embargo, esto también implica que hay 50 fabricantes que soportan la versión actual de CarPlay que aún no han garantizado su compatibilidad con la versión futura.
Hace unas semanas General Motors, el gigante automotriz que incluye marcas como Cadillac, Chevrolet y GMC, anunció que dejaría de ofrecer soporte para CarPlay y Android Auto en los vehículos eléctricos que planea lanzar en 2024.
En su lugar, se enfocarán en el sistema Ultifi, que promete actualizaciones inalámbricas constantes y una mejora continua de la experiencia de usuario.
Esta estrategia busca diferenciarse de la competencia en un contexto donde la tecnología visible adquiere cada vez más atractivo para los compradores, quienes ya no solo consideran el diseño, sino también el motor y la calidad.
Si miramos hacia el pasado, encontramos un fabricante que ha seguido esta estrategia desde sus inicios sin sucumbir a la compatibilidad con CarPlay o Android Auto.
Este fabricante es Tesla, y aunque ha funcionado para ellos, no todos los fabricantes pueden ser Tesla.
Muchos pueden abrazar la idea de que lo último que quieren es simplemente fabricar la carcasa de un automóvil y dejar el software en manos de grandes tecnológicas.
La historia de la banca y las telecomunicaciones nos enseñó que el poder establecido no siempre gana.
Negar la posibilidad de integrar el auto con el teléfono móvil puede representar un riesgo de pérdida de clientes, tal como lo experimentó el sector bancario que aceptó a regañadientes las condiciones de Apple. Y no solo las condiciones, sino también la pérdida de protagonismo.
En 2008 Telefónica acordó vender el iPhone en exclusividad durante dos años, asumiendo condiciones inimaginables para alguien acostumbrado a tener el control. Movistar vendió el iPhone sin su logo en la carcasa, sin una animación de inicio personalizada, sin acceso directo a su portal WAP y sin controlar su marketing.
El temor para quedarse fuera de las opciones de sus clientes potenciales los obligó a aceptar lo que no querían.
En cuanto al automóvil, los fabricantes enfrentan dos opciones: integrarse con Apple y Google y perder control y relevancia o, bien, competir con sus propias plataformas y asumir que habrá clientes que no desearán un automóvil sin compatibilidad con estas plataformas.
El escenario de fondo es preocupante: que esta llegada sea la equivalente a un caballo de Troya moderno que alimente de datos los servidores de las tecnológicas para llegar al mercado de automóviles con sus propias marcas y una valiosa información agregada.
Este es un dilema complejo que requerirá una reflexión cuidadosa por parte de los fabricantes.
En conclusión, los fabricantes de automóviles se enfrentan a un dilema complejo en cuanto a la integración de plataformas de Apple y Google en sus vehículos.
Por un lado, la compatibilidad con estas plataformas podría atraer a clientes que desean conectividad y experiencia de usuario más avanzadas.
Por otro lado, la integración podría llevar a la pérdida de control y relevancia por parte de los fabricantes, y el riesgo de que grandes tecnológicas accedan a valiosa información sobre los vehículos.
Los fabricantes deben reflexionar cuidadosamente y elegir entre la integración y la competencia con sus propias plataformas para mantener su posición en el mercado.
Fuente: Gabriel E. Levy B. – www.andinalik.com